El sector inmobiliario está en una encrucijada crucial hacia la sostenibilidad, con un enfoque creciente en criterios ESG (Environmental, Social, Governance) que redefinen su modelo de negocio. Según el informe, realizado en colaboración con Deloitte, los temas ambientales, como el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, impulsan la adopción de prácticas responsables, fomentando la eficiencia energética, la economía circular y la reducción de emisiones de carbono en edificios. En lo social, aspectos como la accesibilidad a la vivienda y la creación de espacios inclusivos y saludables cobran importancia para abordar desigualdades y mejorar la calidad de vida en entornos urbanos.
La gobernanza se centra en la transparencia y la ética empresarial, con regulaciones que promueven prácticas responsables en toda la cadena de valor. Además, el informe resalta cómo los inversores priorizan fondos sostenibles, moviendo capital hacia empresas con sólidos compromisos ESG. Este enfoque no solo responde a demandas de clientes y empleados, sino también a reguladores que buscan una economía baja en carbono.
Los desafíos urbanos, como el crecimiento poblacional y la escasez de espacios verdes, obligan al sector a innovar en la creación de infraestructuras sostenibles y en la integración de soluciones de movilidad urbana eficiente. La crisis del COVID-19 ha acelerado la adopción de ESG, aumentando la resiliencia del sector y promoviendo la conservación del empleo. En conclusión, la gestión ESG se presenta como indispensable para garantizar un valor sostenible a largo plazo, posicionando al sector inmobiliario como un agente clave en la transición hacia un futuro más sostenible y resiliente.